La desnutrición es un desequilibrio negativo entre el aporte de nutrientes y las necesidades del organismo. Suele ser un problema de salud característico en adultos mayores, pues con la edad el sentido del gusto puede presentar alteraciones y por esto las personas de la tercera edad empiezan a perder el apetito.
Su frecuencia en la población general de personas mayores no es alta, probablemente no supera el 5%, pero la desnutrición aumenta enormemente en ancianos frágiles u hospitalizados, en los que puede alcanzar hasta un 50%. Por lo tanto, afecta especialmente a adultos mayores que requieren de atención médica, complicando muchas veces sus problemas de salud previamente ya complejos.
No obstante, en un adulto mayor todos estos cambios pueden causar la disminución en las reservas de nutrientes, haciéndolas insuficientes para responder a un aumento de las exigencias, o más sensibles a pequeños cambios transitorios en la alimentación, lo que debilita la salud del paciente haciéndole más vulnerable a condiciones de salud preexistentes.
Se debe estar alerta ante la posibilidad de una desnutrición en cualquier persona mayor, pero especialmente en aquellos con problemas de salud crónicos, frágiles o debilitados. La desnutrición es uno de los problemas de salud que más veces se pasa por alto y sin diagnosticar en el anciano.
Cuando un adulto mayor enferma, suele ingerir una dieta inadecuada, a la vez que sufre una mayor demanda de nutrientes por su enfermedad, lo que puede trastornar el equilibrio nutricional. Casi cualquier enfermedad puede producir un deterioro de la alimentación y pérdida de peso, las más frecuentes son las enfermedades cardiacas, respiratorias y digestivas, la depresión y la diabetes.
También el consumo de ciertos medicamentos puede llegar a causar inapetencia o impedir la absorción de determinados nutrientes. Entre ellos figuran medicamentos tan usados como los antiácidos, los laxantes, los anticonvulsivos, los antidepresivos o los diuréticos.
La prevención de la desnutrición incluye la educación nutricional del adulto mayor y de sus cuidadores, la vigilancia en el uso de ciertos fármacos, tomar en cuenta las enfermedades y dietas terapéuticas, la revisión de la dentadura, comer acompañado en comedores públicos o recibiendo comida a domicilio si es preciso y el tratamiento de enfermedades como el duelo y la depresión.
Lo principal para tratar la desnutrición es encontrar las razones subyacentes, pues curando o mejorando una enfermedad, se retira o disminuye la dosis de una medicina que suprime el apetito. Y luego lo ideal es elaborar una dieta equilibrada y variada basada en los gustos y preferencias del paciente, incluso es recomendable que la comida del mayor resulte un poco fuerte para los más jóvenes, pues así será suficientemente gustosa para el adulto mayor.
También pueden usarse en determinados casos, suplementos dietéticos, que serán útiles para aportar proteínas, vitaminas y minerales. Su objetivo no debe ser sustituir la dieta, sino complementar la misma hasta alcanzar las cantidades de calorías o nutrientes deseadas.